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lunes, 28 de junio de 2010

La Segregación de la Alemania NAZI



Acabo de leer un libro del historiador Juan Bromm, en realidad es una autobiografía que relata desde su niñez en Alemania hasta viajar a México y construir una nueva vida.

A Bromm le tocó precisamente la época de la Segunda Guerra Mundial y la discriminación del Nacional Socialismo hacia los judíos, cuando a los niños judíos los expulsaban de las escuelas públicas y se le prohibía a los alemanes "arios" tener amigos judíos.

Generalmente se piensa que la mayor parte de los alemanes estaba a favor de la segregación, pero no es así del todo. Muchos que tenían amigos judíos tuvieron que dejarlos para no sufrir ellos mismos los castigos del partido NAZI, como quitarles el negocio familiar.

Todo de acuerdo a las Leyes de Núremberg (Nürnberger Gesetze en alemán), aprobadas en septiembre de 1935; las cuales también prohibían el matrimonio entre ciudadanos del Reich y judíos (si estaban casados los divorciaban).

Finalmente, la familia de Juan Bromm tuvo que salir de Alemania, a pesar del amor que tenían por ese país al ser alemanes. El padre incluso había peleado durante la Primera Guerra Mundial.

La segregación trae terribles consecuencias para todos. Separa familias, amigos, divide naciones. Y todos sabemos los extremos a los que llegó el nazismo siguiendo compulsivamente las ideas segregacionistas del Estado.

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jueves, 24 de junio de 2010

La discriminación causa inseguridad



Vivir con discriminación puede causar inseguridad. Pues nunca sabes realmente como actuará el otro ante ti.

Algunos pueden actuar con condescendencia y tratar al otro como un incapaz. Al respecto decía una chica practicante de patinaje, que en el pasado había sufrido un accidente en una pierna:

"Cada vez que me caía se me acercaba una multitud de mujeres que cloqueaban y se lamentaban como un montón de gallinas desoladas. Era muy generoso de su parte, y a la distancia les agradezco sus cuidados, pero en esos momentos me sentía agraviada y sumamente molesta por su intervención. Daban por sentado que ninguno de los riesgos propios del patinar -un palo, una piedra- se habían interpuesto entre las ruedas de mi patín. La conclusión era inevitable: yo me tenía que caer porque era una pobre e impotente inválida".

En otros casos la reacción de quien discrimina es de odio. Un niña sufrió por eso: la perseguían con burlas, gritos y golpes. A la larga, la niña aprendió a desconfiar de todos y difícilmente se relacionaba con otros, pues no sabía cual sería la reacción de los demás niños. Como resultado la pequeña se aislaba para no sufrir las agresiones de los otros.

Este tipo de conductas son en realidad muy generalizadas. En una secundaria por ejemplo, había una joven a quien continuamente los compañeros molestaban y hacían burla debido a sus creencias religiosas pues era Testigo de Jehová. Eran a tal grado las agresiones que una chica llegó a decir: "La admiro, si yo hubiera estado en su lugar ya habría pedido mi cambio de escuela".

De hecho, muy probablemente esta joven se habría sentido insegura y deprimida, si no fuera porque en la escuela había otro grupo de chicos que también practicaban la misma religión.

Los jóvenes y los niños son especialmente vulnerables ante la discriminación. Un adulto puede racionalizarla y entender que no hay fundamentos para el odio, el rechazo o la condescendencia; pero un niño asumirá que él tiene algo o hace algo para ser odiado y rechazado.

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lunes, 21 de junio de 2010

Reacciones frente a la discriminación



La discriminación puede provocar distintas reacciones en los afectados. Algunos se sienten francamente rechazados y comienzan a buscar algún "remedio" para su "mal", sienten vergüenza de sí mismos y de lo que son.

En México por ejemplo, la mayoría de la población es de piel morena. Y sin embargo existe una gran cantidad de apelativos que desprecian esta condición: prieto, negro, indio, etc. Mucha gente, sobretodo mujeres, buscan la forma de aclarar su piel y su cabello. De hecho, México es el país número uno a nivel mundial en consumir tintes para cabello en tonos rubios.

Otras personas en cambio, buscan convertir el estigma en una condición meritoria. Es decir, buscan sobresalir y obtener una condición de "sobreviviente". Como en el caso de los inválidos que ganan medallas olímpicas. Entonces la gente les atribuye la cualidad de sobresalir "a pesar" de su discapacidad.

Lo cierto es que nuestro cuerpo se puede adaptar a cualquier condición aún cuando nos falte alguna parte o falle un órgano. Con los recursos adecuados y el aprendizaje correcto se puede llevar una vida normal sin la necesidad de ganar medallas olímpicas para evitar ser menospreciados.

Por último, están quiénes se aprovechan de su aparente desventaja para hacer menos de lo que rinde su capacidad. Por ejemplo está el caso de un hombre inválido al que no le importaba hacer bien su trabajo, pues por políticas de la empresa no se podía despedir a un discapacitado. O bien el chico ciego que se aprovechaba de su condición para manosear a las muchachas; pues ellas, aunque molestas, no le decían nada debido a su ceguera.

Ninguna de estas tres situaciones debería presentarse, aún en el caso de quienes quieren hacer algo extraordinario; no si lo hacen para evitar el desprecio ya existente. Querer ser extraordinarios debe ser producto del amor propio, no de sentimientos de vergüenza o de la necesidad de demostrar que con un cuerpo incompleto soy mejor que el que tiene todas sus funciones.

Aceptar al otro y aceptarme a mi mismo, implica comprender que estamos en un plano de igualdad en el que todos tenemos ventajas y desventajas que pueden ser superadas. Como dice un joven (inválido por cierto):

"A medida que la vida continuaba, aprendí que existen muchísimos tipos diferentes de desventajas, no sólo físicas, y empecé a darme cuenta de que las palabras de la niña inválida del párrafo anterior [palabras de amargura] también podrían haber sido dichas por jóvenes mujeres que nunca necesitaron muletas, mujeres que se sienten inferiores y diferentes por su fealdad, su incapacidad para tener hijos, su impotencia para relacionarse con la gente y muchos otros motivos".

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jueves, 17 de junio de 2010

Encasillando a las personas



No hay algo que fomente más la discriminación que encasillar a las personas. Creer que la gente debe actuar de determinada manera porque pertenece a un grupo particular.

Muchos hombres por ejemplo, todavía piensan que una mujer por el simple hecho de serlo, no puede ser competitiva ni agresiva; esperan que las chicas tengan una conducta "femenina", la que generalmente se asocia con la maternidad.

De la mima forma se espera que una persona se comporte según los estereotipos infundados de grupos:

-Si eres judío, eres avaro.
-Si tienes alguna discapacidad, no puedes hacer nada por ti mismo.
-Si eres gay, eres "afeminado".
-etc.

Agrupamos características de un individuo quizá, y las asignamos a todo el colectivo. Y pensamos que jamás se debe salir de ese papel.

Por ejemplo, hay quienes le gritan a un ciego, aunque puede escuchar perfectamente; pero el hecho de etiquetarlo como "discapacitado" trae a la mente de muchos una serie de características, de "palabras clave": ciego, sordo, inválido. Y esperan que el ciego, al ser discapacitado, posea todas ellas.

Juzgamos por los estereotipos y no damos lugar al individuo. No todos los musulmanes son golpeadores de mujeres, ni todos los católicos tienen montones de hijos.

No podemos juzgar a una persona por su origen étnico o religioso. Aún cuando existen variables sociales y culturales que forman la personalidad, no quiere decir que éstos sean absolutos. Por otro lado, la ignorancia de una cultura determinada nos hace caer fácilmente en los estereotipos.

Hay dos formas de acabar con los estereotipos:

1. Conviviendo con el individuo.

2. Conociendo su cultura y sus valores.

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lunes, 14 de junio de 2010

Palabras despectivas



Muchas veces, en el lenguaje cotidiano utilizamos palabras que discriminan a otros sin darnos cuenta: gordo, menso, tonto, loco, feo, etc. Si bien estas palabras etiquetan de forma negativa a la gente, no necesariamente se utilizan con el afán de ofender a la persona. Por ejemplo, cuando se habla de un niño en particular: "el gordito".

Por otro lado, las personas utilizan palabras realmente con la intención de lastimar al otro: retrasado, idiota, manco, etc. Y las condenamos.

¿Por qué permitimos las primeras y nos quejamos de las segundas?

Porque desde siempre nos han enseñado que cuando el daño es poco no es nada. Si te caes y te haces un rasguño: "No llores, no te pasó nada". De la misma manera, pensamos que si nuestra intención no es ofender al otro, le podemos decir como queramos.

El problema, es que al permitir el uso de estas palabras "menores" en la cotidianidad, fomentamos la discriminación, el estereotipo, la desigualdad. Y con el tiempo se termina utilizando aquella palabra como despectiva: "Pinche gordo panzón".

También está el otro lado de la moneda, tenemos tanto miedo de no indignar al que consideramos como "afectado" que utilizamos eufemismos para nombrar la situación. Es el caso del término "capacidades diferentes", en lugar de utilizar la palabra discapacidad, que es correcta en varios sentidos pero que las personas usan despectivamente.

Las palabras deben usarse según su significado, y debemos enseñarnos a dirigirnos a la gente sin adjetivos calificativos que etiqueten. La niña "gordita" tiene muchas otras habilidades que la distinguen no sólo su obesidad, de la misma manera que un niño que sea malo en matemáticas no es "retrasado".

Una persona que sufra discapacidad intelectual quizá no aprenda a leer, pero tendrá muchas otras habilidades. No se trata de obviar su condición y disfrazarla como si no existiera, pero tampoco juzgar a la persona sólo por esa parte.

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jueves, 10 de junio de 2010

Diferente no debe ser sinónimo de rechazo




Estimada Señorita Corazones Solitarios:

Tengo dieciséis años y estoy desorientada; le agradecería que me aconsejara. Cuando pequeña estaba acostumbrada a que los chicos que vivían en la cuadra se burlaran de mí y no era tan terrible, pero ahora me gustaría tener amigos con quienes salir los sábados en la noche como las demás chicas, pero ningún muchacho me va a invitar, porque aunque bailo muy bien, tengo una linda figura y mi padre me compra lindos vestidos, nací sin nariz.

Me siento y me observo todo el día y lloro. Tengo un gran agujero en medio de la cara que asusta a la gente y también a mi; por eso no puedo culpar a los muchachos de que no quieran invitarme a salir con ellos. Mi madre me quiere pero se pone a llorar desconsoladamente cuando me mira. ¿Qué hice yo para merecer esta terrible desgracia? Aunque hubiera hecho algo malo, nada malo hice antes de cumplir un año, y sin embargo nací así. Le pregunté a mi papá; me dijo que no sabía, pero que tal vez algo hice en el otro mundo antes de nacer, o quizá me castigaron por sus pecados. Eso no lo puedo creer porque él es un hombre muy bueno. ¿Debo suicidarme?

La saluda atentamente
Desesperada



La discriminación por discapacidad, o en ciertos casos deformación de alguna parte del cuerpo, es una de las más extendidas. Puede venir de compañeros, profesores, vecinos o incluso de la propia familia.

En vez de aceptar a las personas tal y como son, ayudarlas a comprender sus limitaciones y potenciar sus fortalezas; las excluimos por ser diferentes, las rechazamos y menospreciamos.

Por ejemplo el caso de un chico con síndrome de Down, al que llamaramos Dan. Durante el preescolar fue muy bien aceptado, estaba integrado con sus compañeros quienes lo veían como un niño más para jugar, los padres de familia nunca lo despreciaron y era para ellos otro chico más del colegio. Las maestras, conocían las limitaciones del pequeño y hacían todo lo posible por ayudarlo a desarrollarse al máximo; pero también para integrar al niño en la clase.

Al llegar a la primaria la situación cambió. La nueva maestra no quería enseñar a Dan, pues pensaba que era una pérdida de tiempo dada la situación. A pesar de que los compañeros del salón querían mucho a Dan, la profesora hizo todo lo posible porque lo expulsaran. Los padres de familia, si bien no apoyaron la expulsión, tampoco hicieron nada para evitarlo. Así que Dan y su familia tuvieron que enfrentarse solos a la situación, hasta que finalmente lo sacaron del colegio.

Enfrentar el rechazo social puede ser muy duro aún cuando se cuente con el apoyo familiar. La situación se torna terrible cuando es la propia familia la que justifica el desprecio del exterior. Como en la carta de Desesperada, en donde sus padres en vez de apoyarla, se sentían desconsolados y no dudaban en adjudicar el estado de su hija a los pecados de una vida anterior. Aunque no lo decían abiertamente, culpaban a la chica de haber nacido sin nariz. El estado de su hija lo sentían como una desgracia personal, un castigo hacia ellos; y no hacían nada por ayudar a resolver o paliar ese hecho. Tampoco le daban a su pequeña el amor y la autoestima necesarios para enfrentar el mundo dada su condición.

Todos tenemos limitaciones que podemos superar o disminuir de alguna manera, el hecho de tenerlas no significa que debamos apartarnos del resto de las personas. La única forma de acabar con la discriminación, es integrar a los que en apariencia son diferentes, desde la infancia misma.


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lunes, 7 de junio de 2010

Estigma y el odio irracional




La palabra Estigma la crearon los griegos. Aquella civilización que sabemos apreciaba la belleza del cuerpo humano. Estigma era el término que utilizaban para referirse a los signos que marcaban a gente indeseable, estas señales podían ser quemaduras o cortes en el cuerpo que marcaban a los esclavos, criminales o traidores. De ahí el uso del verbo estigmatizar, en su sentido de infamar u ofender a una persona.

Se estigmatiza por muchas razones, pero una de las principales es que la persona aludida posea algún atributo que nos causa repulsión. Aunque ya no estamos en los tiempo de la Grecia antigua, pareciera que las imperfecciones humanas siguen siendo señal de malignidad para aquéllos quienes las poseen.

De manera que muchas personas hoy día, creen que pueden saber cómo es una persona con tan sólo observar su apariencia física. Si viene de "buena familia" o si se viste "bien" será buena persona. En cambio, si usa zapatos sucios o viejos, aluden inevitablemente a la pobreza la cual se asocia muchas veces con la delincuencia.

De hecho, muchos grupos se asocian con actividades delictivas tan sólo porque su forma de vestir y expresarse es diferente: los darks, los punks, los hippies, etc. Si bien es cierto que algunos de ellos tengan actividades contrarias a la ley, también es verdad que los delincuentes los podemos encontrar en todos los grupos sociales y que sus actividades nada tienen que ver su apariencia exterior.

Una pequeña anécdota que ilustra el fenómeno del estigma:

Un padre de edad avanzada y su hijo -un joven adulto- visitan al oculista. El hermano de este último es un joven gótico y ese día estaba ahí visitando a su familia. El joven hijo lo saluda con entusiasmo, y lo primero que le dice a su padre es: Mira papá, él fue el primero en su clase, se tituló con mención honorífica y trabaja en varios proyectos, como ves es gótico y no es ningún criminal.

Para muchos, hay atributos físicos o exteriores que se pueden asociar incluso con maldad. Cuando las personas ven el mal en el otro, dejan de percibirlo como humano y esta deshumanización es precisamente la que lleva a la agresión. Dejar de percibir al otro como un cóngenere, me permite atacarlo para defenderme. Esto es una herencia biológica; pero cuando lo traspasamos a lo social, resulta que muchas veces no hay una amenaza real y aún así nos defendemos, o mejor dicho agredimos.

Todos tenemos una imagen del mal. Para muchos la maldad está representada en diferentes grupos de personas: los negros, los pobres, los ricos, las mujeres, los niños, los jóvenes, los discapacitados, etc. Es entonces cuando el rechazo se produce para alejar lo maligno, y ese desprecio llega a convertirse en agresión cuando la cercanía del grupo en cuestión es tanta que se percibe como una presente o futura amenaza... aunque sea imaginaria.


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